Celebraciones papales

Celebraciones papales

beatifJPIIImagen.jpeg

La beatificación consiste en la concesión del culto público a un siervo de Dios limitado a un determinado ámbito del pueblo de Dios (circunscripción eclesiástica, institución religiosa, etc.).

A grandes rasgos, las causas de beatificación tienen dos fases: una diocesana, ante el obispo en cuya diócesis murió el siervo de Dios; y una fase ante la Congregación para las Causas de los Santos. Concluidas esta segunda fasea, teniendo el decreto de virtudes o de martirio y un milagro, el papa autoriza la beatificación en una carta decretal, en la que consta la fórmula de beatificación. Esta se hace pública en un rito litúrgico.

Desde el siglo XVII las beatificaciones eran presididas por un obispo, quien leía el breve apostólico del papa. Tras lo anterior, tenía lugar una misa. En 1971 el san Pablo VI decidió leer él mismo la fórmula de beatificación, aunque no presidía la misa. Y entre 1975 y 2004 los papas presidieron el rito de beatificación.

En 2005 el papa Benedicto XVI decidió que fuera el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos quien celebrara la misa y leyera el Breve apostólico de beatificación. Sin embargo, en algunas ocasiones tanto el papa alemán como el papa Francisco han querido presidir beatificaciones.

Lo común es que los ritos de beatificación se realicen en la diócesis que ha promovido la causa del nuevo beato o en otra localidad más idónea de la misma provincia eclesiástica o región, en la fecha que se determine por acuerdo del obispo diocesano y la Secretaría de Estado.

Para tal efecto el papa nombra a un representante suyo para que dé lectura oficial a la carta apostólica con la que concede el título y los honores de beato al siervo de Dios. Normalmente, el representante del papa es el Cardenal Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Esta celebración se lleva a cabo de la siguiente manera:

La misa inicia como de costumbre hasta el Kyrie. Terminado éste, se acerca al Cardenal Prefecto se sienta y recibe la mitra. El obispo ante quien se llevó la fase diocesana del proceso de beatificación y dice:

“Eminentísimo señor: el Obispo de N., pide humildemente pide a Su Santidad, el papa Francisco, que se digne inscribir en el número de los beatos al Siervo de Dios N.”

Tras lo anterior, el postulador de la causa lee una pequeña biografía del siervo de Dios. Al acabar, todos se ponen de pie, salvo el Cardenal Prefecto, quien lee las letras apostólicas que contienen la fórmula de beatificación que es la siguiente:

“Acogiendo el deseo de nuestro hermano N., obispo de N., así como de muchos otros hermanos en el episcopado y de numerosos fieles cristianos, habiendo recibido el parecer de la Congregación de las Causas de los Santos, con nuestra Autoridad Apostólica concedemos la facultad de que el venerable siervo de Dios N. sea llamado beato y su fiesta puede celebrarse todos los años el día… en los lugares previstos y de la manera establecida por el derecho. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.”

Acabada la lectura de las letras, todos cantan un triple amén. Mientras se canta, se descubre una imagen del nuevo beato, en la que ya se le aprecia con la aureola.

Luego inicia un canto de alabanza a Dios, durante el cual se lleva una reliquia del nuevo beato en procesión y se coloca junto al altar, rodeado de flores y velas. La reliquia es incensada por el Cardenal Prefecto.

Terminado el canto, el obispo solicitante agradece la beatificación con estas palabras:

“Eminentísimo señor: el obispo de N., le agradece a Su Santidad, el Papa Francisco, por haberle conferido el título de Beato al Siervo de Dios N.”

Y se acerca al Cardenal Prefecto para darle un abrazo de la paz.

Luego se canta el Gloria, y la misa continúa como de costumbre, aunque si se emplea la Plegaria Eucarística III se menciona al nuevo beato tras a san José.

Es costumbre que, tras la oración después de la comunión el obispo que solicitó la beatificación dirija algunas palabras.

Si el papa celebra, en lugar de hacerle la petición al papa por medio del cardenal, se le hace directamente la petición. Lo mismo sucede con el agradecimiento. Y en lugar de leer todo el decreto, el papa solo lee la fórmula de beatificación.

Tras la beatificación, en nuevo beato puede ser inscrito en calendarios litúrgicos particulares: de una diócesis o un territorio más amplio, o en el de una familia religiosa. Se le inscribirá con el grado de memoria libre, salvo en la iglesia en la que se conserven sus restos, que será memoria obligatoria; y será fiesta para el instituto religioso del que el beato fuera fundador.

Como textos litúrgicos se usarán del respectivo común, salvo la colecta que será propia.

Los beatos pueden ser escogidos como titulares de iglesias con el indulto de la Santa Sede, a no ser que su memoria ya se haya incluido en el calendario particular, pues en ese caso no se requiere el indulto. 

1D4DC1DF0D294D572F04374D572E8B.jpg