Celebraciones papales

Celebraciones papales

En el momento en el que muere o renuncia el papa se produce una situación llamada Sede Vacante. Se llama Cónclave al procedimiento establecido para elegir a un nuevo papa. Su nombre deriva de las palabras latinas con y clave, llave, puesto que se encerraba con llave a los cardenales para que procedieran a elegir a un nuevo Sucesor de Pedro.

Se rige por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, de 22 de febrero de 1996, expedida por San Juan Pablo II y reformada por Benedicto XVI en junio de 2007 y febrero de 2013. En materia litúrgica se rige por el Ordo Rutuum Conclavis, aprobado por San Juan Pablo II el 25 de marzo de 1998.

El Colegio Cardenalicio

Hace siglos, la elección del Obispo de Roma la realizaba, el clero de Roma junto con los obispos de las diócesis suburbicarias de Roma, es decir, las diócesis que conforman la Provincia Eclesiástica de Roma. Con el tiempo, esta función pasó al Colegio Cardenalicio, compuesto por clérigos de todo el mundo. Pero, como una remembranza del modo anterior, se determinó asignarle simbólicamente una parroquia, una diaconía, o una sede suburbicaria a cada uno de los cardenales, con el fin de incorporarlos alegóricamente al clero romano y, de esta forma, hacer que emblemáticamente siga siendo el clero romano el que elija a su obispo. Atendiendo a ello, existen tres tipos de cardenales: los cardenales obispos, los cardenales presbíteros y los cardenales diáconos.

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A la cabeza del Colegio Cardenalicio está el Decano, que es un cardenal obispo electo entre los de su orden. En caso de que no pueda desempeñar una función, lo suple el Vicedecano, también electo entre ellos; y a falta de éste el más antiguo entre los cardenales obispos.

Entre los cardenales presbíteros y diáconos su orden de precedencia se determina por su antiguada en el colegio. Así, el más antiguo de los cardenales diáconos será el primer cardenal diácono o cardenal protodiácono; y el más recientemente nombrado, el último de los cardenales diáconos.

Uno de los cardenales tiene el título de Camarlengo. Este es el administrador de los bienes y los ingresos de la Santa Sede y, durante la Sede Vacante, actúa como jefe de Estado en funciones de la Ciudad del Vaticano, aunque no es el responsable del gobierno espiritual de la Iglesia. 

Tienen derecho a elegir al papa únicamente los cardenales que, al día en que se produce la Sede Vacante, no han cumplido 80 años de edad (UDG 33). Si el papa ha anunciado el nombramiento de un cardenal, pero aún no recibe la birreta, éste tiene derecho a participar en la elección.

Desde que se produce la Sede Vacante, el gobierno de la Iglesia queda confiado al Colegio de los Cardenales solamente para el despacho de los asuntos ordinarios y para la preparación de todo lo necesario para la sepultura del papa y para la elección del nuevo Pontífice. No pueden resolver ningún asunto que sea potestad exclusiva del papa.

Para ello, los cardenales deben reunirse. A estas reuniones se les llama Congregaciones. Pueden ser generales, si están presentes todos los cardenales que se encuentren en Roma. O pueden ser particulares, si está constituida por el Camarlengo y por tres cardenales -uno por cada orden- extraídos por sorteo entre los cardenales electores llegados a Roma. La congregación particular se ocupa de los asuntos de menor importancia que van presentándose día a día.

Preparación del Cónclave

Antes de que inicie el Cónclave, los técnicos del Vaticano colocan mesas a los dos lados del pasillo central de la Capilla Sixtina, y las cubren con un mantel rojo y encima otro beige. De un lado de las mesas colocan las sillas en donde se sentarán los cardenales y, frente a cada silla colocan una carpeta roja con el escudo de la Santa Sede, un ejemplar del Ordo Rituum Conclavis, y un ejemplar de la Liturgia de las Horas.

Asimismo, colocan un horno crematorio en la Capilla Sixtina con su respectiva chimenea, que sale por el techo y es visible desde la Plaza de San Pedro.

Los elementos de seguridad se encargan de instalar dispositivos que impidan que se trasmita ninguna señal desde la Capilla Sixtina y desde la Casa Santa Marta, para asegurar la secrecía de las deliberaciones y votaciones.

El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas encarga que se confeccionen sotanas blancas de diversos tamaños, así como zapatos rojos, camisas blancas y fajas. Las colocan en la sacristía de la Capilla Sixtina junto con una muceta y una estola roja. 

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El incio del Cónclave

El Cónclave inicia el día que determine la Congregación de Cardenales. Ellos tienen la obligación de esperar a los ausentes quince días completos desde que se produce la Sede Vacante, aunque si hay un motivo grave pueden esperar otros cinco días; por ello, pasado un máximo de veinte días desde el inicio de la Sede Vacante, deben proceder al cónclave (UDG 37).

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Las votaciones del Cónclave se llevan a cabo en la Capilla Sixtina, y los cardenales deben de hospedarse en Casa Santa Marta. Para ello, estos edificios son cerrados a extraños, y solo pueden estar ahí los cardenales, y los que colaboran en el desarrollo de la elección y en la prestación de servicios a los cardenales (UDG 41), como son el Secretario del Colegio Cardenalicio, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias con dos Ceremonieros y dos religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia; un eclesiástico elegido por el Cardenal Decano, religiosos de varias lenguas para las confesiones, dos médicos para eventuales emergencias, y las personas adscritas a los servicios de comedor y de limpieza.

Estas personas deben guardar secreto de todo lo que vean y oigan referente al Cónclave, bajo pena de excomunión late sententiae, cuya absolución está reservada a la Sede Apostólica (UDG 58). Por ello, antes de que inicie el Cónclave, deben de prestar el siguiente juramento ante el Camarlengo, quien es asistido por dos ceremonieros pontificios:

“Yo N. N. prometo y juro observar el secreto absoluto con quien no forme parte del Colegio de los Cardenales electores, y esto perpetuamente, a menos que no reciba especiales facultades dadas expresamente por el nuevo Pontífice elegido o por sus Sucesores, acerca de todo lo que atañe directa o indirectamente a las votaciones y a los escrutinios para la elección del Sumo Pontífice. Prometo igualmente y juro que me abstendré de hacer uso de cualquier instrumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y particularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver con las operaciones relacionadas con la elección misma. Declaro emitir este juramento consciente de que una infracción del mismo comportaría para mí aquellas penas espirituales y canónicas que el futuro Sumo Pontífice (cf. can. 1399 del C.I.C.) determine adoptar. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano.” (UGD 48).

Misa pro eligendo Pontifice

El día que la Congregación de Cardenales haya determinado que inicie el Cónclave, por la mañana, los cardenales concelebran una Misa en la Basílica de San Pedro. Usan el formulario de la misa votiva “Pro eligendo Papa”. La Misa la preside el Cardenal Decano. Se usan ornamentos rojos.

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Ingreso al Cónclave

Por la tarde, los cardenales electores se reúnen en la Capilla Paulina vistiendo el hábito coral. Ahí está reservado el Santísimo Sacramento y rezan unos minutos en silencio. Luego, el Decano (o quien lo sustituya si el decano no tiene derecho a votar por razón de edad), se coloca la estola roja y dice “En el nombre del Padre…”, tras lo cual se dirige brevemente a los cardenales. Acabada su locución, se inicia una procesión hacia la Capilla Sixtina (ORC 32 y 33).

Encabeza la procesión la cruz, rodeada por dos velas. Siguen los cantores de la Capilla Musical Sixtina. Luego avanzan los ceremonieros pontificios. Luego el Secretario del Colegio Cardenalicio un eclesiástico a quien se le ha designado para predicar a los cardenales. Siguen los cardenales diáconos en el orden inverso al que fueron creados. Luego los cardenales presbíteros en el orden inverso al que fueron creados. Después, los cardenales obispos en el orden inverso al que fueron creados. Al final camina el Decano del Colegio (o quien haga sus veces) acompañado del decano de los ceremonieros. A un lado camina el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Romano Pontífice, vestido con su hábito coral. Mientras la procesión avanza, se cantan las Letanías de los Santos.

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Conforme van ingresando a la Capilla Sixtina, tras hacer reverencia al altar, los cardenales se colocan en los lugares que les fueron asignados, y se coloca el Evangeliario, abierto, en el centro de la nave.

Cuando todos han ingresado y colocado en sus lugares, se canta el himno Veni Creator, para solicitar la asistencia al Espíritu Santo. Acabado el himno, el Decano pronuncia una oración.

Tras la oración, el Decano o el primer Cardenal por orden y antigüedad, dice en voz alta la fórmula de juramento:

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“Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996. Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el ‘munus petrinum’ de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede. Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice.”

A continuación, cada uno de los cardenales electores, según el orden de precedencia, prestará juramento con la fórmula siguiente:

“Y yo, N. Cardenal N. prometo, me obligo y juro”

 Y poniendo la mano sobre los Evangelios, añade:

“Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano.”

Cuando todos los cardenales electores han prestado juramento, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas dice: “Extra omnes”. (UDG 52, ORC 42)

Cabe señalar que los cardenales electores están obligados a abstenerse de correspondencia epistolar y de conversaciones incluso telefónicas o por radio con personas no debidamente admitidas en los edificios reservados a ellos, y deben abstenerse de recibir o enviar cualquier tipo de mensajes fuera de la Ciudad del Vaticano, además de que tienen prohibido recibir prensa diaria y periódica de cualquier tipo, así como escuchar programas radiofónicos o ver transmisiones televisivas mientras dure el proceso de la elección (UDG 56 y 57).

Y todos los presentes que no sean cardenales electores, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas, y el eclesiástico que predicará, abandonan la Capilla Sixtina.

Una vez que todos salieron, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas cierra las puertas de la Capilla Sixtina.

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Tras ello, el eclesiástico antes mencionado dirige una meditación a los cardenales electores, recordándoles el deber que tienen, e invitándolos a mirar únicamente el bien de la Iglesia (UDG 52 ORC 43).  Acabada la meditación, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas y el eclesiástico salen de la capilla. Después de su salida, el último cardenal diácono cerrará la puerta.

En ese momento, el Decano pregunta si hay alguna duda sobre los procedimientos de elección. Aclaradas las dudas, se procede a la elección.  

Ese primer día sólo se lleva a cabo una votación. Concluida esta, si no se eligió papa, todos los cardenales cantan el Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo)

Votaciones

Para que alguien sea electo papa se requiere que obtenga dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes; en el caso en que el número de cardenales presentes no pueda dividirse en tres partes iguales, se requiere un voto más (UDG 62).

El primer día de Cónclave se lleva una sola votación, como se ha dicho. En los días siguientes, se llevan a cabo dos votaciones por la mañana y dos votaciones por la tarde hasta que se elija papa.

Si después de tres días de votaciones los cardenales no han electo papa, se suspenden las votaciones por un día para hacer una pausa de oración y de coloquio. Luego se reanudan las votaciones. Si tras siete votaciones posteriores a la pausa no se ha elegido papa, se hace otra pausa de un día. Si tras siete votaciones posteriores a la segunda pausa no se ha elegido papa, los cardenales deben de acordar cuánto debe de durar una nueva pausa.

En cada una de las votaciones hay tres fases: el pre-escrutinio, el escrutinio y el post-escrutinio.

Pre-escritinio

En la etapa de pre-escrutinio los ceremoonieros pontificios les entregan las papeletas a los cardenales. Le dan tres papeletas a cada cardenal. Estas papeletas dicen en la parte superior “Eligo in Summum Pontificem” (Elijo como Sumo Pontífice) y lo demás está en blanco.

Inmediatamente después de la distribución de las papeletas, y antes de que los electores empiecen a escribir en ellas, el Secretario del Colegio el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas y los ceremonieros deben salir. Después de su salida, el último cardenal diácono cerrará la puerta.

En una urna se colocan papeles con los nombres de todos los cardenales. El último de los cardenales diáconos extrae de esa urna nueve papeles. Los primeros tres nombres que ahí salgan serán escrutadores; los segundos tres nombres serán infirmarii; y los últimos tres, revisores. (UDG 64)

Cuando se han designado a los escrutadores y revisores, los cardenales proceden a anotar en una papeleta el nombre de la persona que eligen. Luego, doblan la papeleta dos veces. 

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Escrutinio verdadero y propio

La segunda fase, llamada escrutinio verdadero y propio, empieza con la introducción de las papeletas en la urna.  Cada cardenal elector, por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado la papeleta, teniéndola levantada de modo que sea visible, la lleva al altar, delante del cual están los Escrutadores y sobre el cual está colocada una. Llegado allí, el pronuncia en voz alta la siguiente fórmula

“Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido.”

A continuación, deposita la papeleta un el plato y con éste la introduce en la urna. Hecho esto, se inclina ante el altar y vuelve a su sitio.

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Si alguno de los cardenales electores presentes en la Capilla no puede acercarse al altar, el último de los escrutadores se acerca a él, y previo el mencionado juramento, entrega la papeleta doblada al escrutador, el cual la lleva de manera visible al altar y, sin pronunciar el juramento, la deposita en el plato y con éste la introduce en la urna.

Si hay cardenales electores enfermos en sus habitaciones, los escrutadores toman una caja, la abren públicamente para que todos comprueben que está vacía, y se la entregan a los tres infirmarii, quienes se dirigen a Casa Santa Marta. Al llegar, cada cardenal enfermo tomando una papeleta, vota en secreto, la dobla y, previo el mencionado juramento, la introduce en la caja a través de la abertura. Después de esto, los infirmarii devuelven a la Capilla Sixtina la caja, que será abierta por los escrutadores una vez que los cardenales presentes hayan depositado su voto. Para ello, cuentan las papeletas que contiene y comprobando que su número corresponde al de los enfermos, las ponen una a una en el plato y con éste las introducen todas juntas en la urna.

Una vez que todos los cardenales electores hayan introducido su papeleta en la urna, el primer escrutador la mueve varias veces para mezclar las papeletas e, inmediatamente después, el último escrutador procede a contarlas, extrayéndolas de manera visible una a una de la urna y colocándolas en otro recipiente vacío. Si el número de las papeletas no corresponde al número de los electores, hay que quemarlas todas y proceder inmediatamente a una segunda votación.

Si el número de papeletas corresponde al número de electores, los escrutadores se sientan en una mesa colocada delante del altar. El primero de ellos toma una papeleta, la abre, observa el nombre del elegido y la pasa al segundo escrutador quien, comprobado a su vez el nombre del elegido, la pasa al tercero, el cual la lee en voz alta y anota el nombre leído.

Después de anotar el nombre, el último escrutador perfora la papeleta con una aguja en el punto en que se encuentra la palabra “Eligo” y las inserta en un hilo, para que puedan ser conservadas con más seguridad. Al terminar la lectura de los nombres, se atan los extremos del hilo con un nudo y las papeletas así unidas se ponen en un recipiente o al lado de la mesa.

Post-escrutinio

Concluido el escrutinio de las papeletas, los escrutadores suman los votos obtenidos y los anotan en una hoja aparte. Si ninguno ha alcanzado los dos tercios de los votos en aquella votación, no hubo elección. De lo contrario, se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice.

En ambos casos, es decir, haya tenido lugar o no la elección, los revisores deben proceder al control tanto de las papeletas como de las anotaciones hechas por los Escrutadores, para comprobar que éstos han realizado con exactitud y fidelidad su función. Inmediatamente después de la revisión, todas las papeletas son quemadas por los escrutadores, ayudados por el Secretario del Colegio y los ceremonieros, llamados por el último cardenal diácono. Junto con las papeletas deben quemarse los escritos que hayan realizado los electores que contengan resultado de cada escrutinio.  

Si no se eligió papa, las papeletas y los escritos se queman mojados para producir humo negro. Si se eligió papa, las papeletas y los escritos se queman solas, para producir humo blanco; pero, en este caso, la quema será hasta después de que haya aceptado el elegido. Con ello, los fieles pueden saber desde la Plaza de San Pedro si se eligió o no un nuevo Romano Pontífice.

Salvo la tarde en la que ingresaron al Cónclave, en que sólo puede haber una votación, si tras una votación nadie alcanzó el número de votos, se lleva a cabo una segunda votación. En esta segunda votación se hace como la primera, salvo que no pronicnian el juramento antes de introducir la papeleta, y no se debe de elegir nuevos escrutadores, infirmarii ni revisores, pues repiten los de la primera votación. Asimismo, si hay una segunda votación, solo hay una quema de las papeletas tras la segunda votación.

Al final de la elección el Camarlengo debe redactar un escrito, que debe ser aprobado también por tres, en el cual declare el resultado de las votaciones de cada sesión. Este escrito será entregado al nuevo papa y después se conservará en el archivo correspondiente, cerrado en un sobre sellado, que no podrá ser abierto por nadie, a no ser que el Sumo Pontífice lo permitiera explícitamente.

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Aceptación

Cualquier bautizado puede ser elegido papa. Generalmente es elegido uno de los cardenales que ye tiene la consagración episcopal, pero puede ser cualquier varón bautizado.

En caso de que el elegido sea uno de los cardenales electores, el último de los cardenales diáconos llama a la Capilla Sixtina al Secretario del Colegio de los Cardenales y al Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. Después, el Cardenal Decano (o el primero de los Cardenales por orden y antigüedad) en nombre de todo el Colegio de los electores, le pregunta al elegido: “Accesptásne electiónem ad te canónicefactam in sumum Pontíficem?” es decir “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?” Una vez recibido el consentimiento, le pregunta: “Quod nómine vis vocári?”, es decir “¿Cómo quieres ser llamado?” A lo que responde “Vocábor” y dice el nombre.

El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario y teniendo como testigos a dos Ceremonieros que serán llamados en aquel momento, levanta acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha tomado.

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Si el cardenal elegido es obispo, en ese momento se vuelve Obispo de la Iglesia romana, papa y Cabeza del Colegio Episcopal.

Si el cardenal elegido no es obispo, el Decano del Colegio de los Cardenales o, en su ausencia, el Vicedecano o, si éste está impedido, el más antiguo de los Cardenales Obispos, procede a consagrarlo obispo. En el momento en el que es consagrado obispo, se vuelve Obispo de la Iglesia romana, papa y Cabeza del Colegio Episcopal.

Si se elige a una persona que no se encuentra en la Ciudad del Vaticano, el Decano y dos cardenales que se eligen para ello, se ponen en contacto con el Sustituto de la Secretaría de Estado, quien verá la forma de que la persona electa se traslade al Vaticano de la forma más sigilosa y rápida posible. Cuando se encuentre en el Vaticano, el Sustituto avisará a los cardenales, quienes se reúnen en la Capilla Sixtina para proceder a preguntarle al elegido si acepta y, en su caso, cuál nombre elige, como se ha dicho anteriormente. De no tener la consagración episcopal, el Decano procederá a consagrarlo. (ORC 62 – 65)

Una vez que el nuevo papa ha aceptado la elección y, en su caso, ha recibido la consagración episcopal, se dirige a la sacristía de la Capilla Sixtina, llamada sala de las lágrimas, para quitarse el hábito coral y vestir la sotana blanca, la faja blanca, el solideo blanco, y colocarse el roquete, la muceta, la cruz pectoral y la estola.

Mientras tanto, se queman las papeletas para que los fieles, desde la Plaza de San Pedro, y a través de los medios de comunicación, por todo el mundo, sepan que se ha elegido papa. A la vez, las campanas de la Basílica de San Pedro empiezan a repicar.

Cuando se ha revestido, el nuevo papa regresa a la Capilla Sixtina y se sienta en la sede que se ha colocado frente al altar. En ese momento, el Decano del Colegio, o quien lo sustituya, se dirige al papa con unas palabras que están en el Ordo Rituum Conclavis, que son:

“Beatísimo Padre, en esta hora solemne, en que por un arcano designio de la Providencia, has sido elegido a la Cátedra de Pedro, antes de felicitarte por tu elección y elevar unánimes nuestra plegaria a Dios, junto con la beata siempre Virgen María, Madre de Dios, y de todos los santos, conviene recordarte las palabras con las que nuestro Señor Jesucristo prometió a San Pedro y a sus sucesores el primado del ministerio apostólico y del amor.”

Tras ello, el Protodiácono lee el pasaje del Evangelio en el que Jesús le da las llaves a Pedro (Mt 16, 13-19) o el pasaje en el que Jesús le pide a Pedro que apaciente a sus ovejas (Jn 21. 15-17)

Tras ello, el primero de los cardenales presbíteros hace una oración por el nuevo papa.

Acabada la oración, los cardenales, uno a uno, en el orden de precedencia, se acercan al nuevo papa y le presentan su respeto y obediencia.

Cuando todos han pasado, el papa entona el Te Deum que todos cantan para dar gracias a Dios.

Anuncio de la elección

Acabado el Te Deum, todos los cardenales se dirigen a la Basílica de San Pedro y se asoman por los balcones. El Protodiácono sale al balcón central y en latín anuncia la elección del nuevo Pontífice:

“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam. Eminentissimum ac reverendissimum Dominum, Dominum N. Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem N,qui sibi nomen imposuit N.”Que se traduce como: “Les anuncio un gran gozo: Tenemos papa. El eminentísimo y reverendísimo señor, señor (Nombre) Cardenal de la Santa Iglesia Romana (apellido), quien se ha impuesto el nombre de (Nombre papal)”

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Después, los empleados del vaticano cuelgan un tapiz sobre el balcón central.

Hecho lo anterior, un ceremoniero lleva la cruz procesional y se coloca a la derecha. Luego sale el papa acompañado por los cardenales primero en el orden de los obispos, en el orden de los presbíteros y en el orden de los diáconos. El papa saluda al pueblo y puede dirigirles un mensaje.

Tras el mensaje, el cardenal Protodiácono anuncia que el papa impartirá la Bendición Urbi et Orbi.

El papa, entonces, imparte la Bendición Urbi et Orbi, y se retira del balcón. 

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