El Manual de liturgia

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Para los hebreos, desde el tiempo de Moisés tenía lugar la fiesta de Shavuot, o de las Semanas, por celebrarse siete semanas después de la Pascua. Era una de las tres fiestas de peregrinación. Por eso, en Pentecostés “había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo” (Hch 2, 5).

Esta fiesta tenía como fin dar gracias a Dios por la cosecha de los cereales. Por eso, cuando tuvo lugar tras la resurrección del Señor, fue la cosecha de lo que Cristo, el Sembrador, sembró en su misterio pascual: el Espíritu Santo, el agua viva que brota del costado abierto de Jesús (Jn 7, 38).

Más tarde, la tradición rabínica añadió a esta fiesta el significado de la conmemoración de la ley, que tuvo lugar cincuenta días despees de la salida de los hebreos de Egipto, cuando el Señor bajó al Sinaí en el fuego (Ex 19, 18). Fue en esa conmemoración cuando el fuego irrumpió en la comunidad orante de los discípulos de Jesús, para escribir la ley ya no en piedra, sino en los corazones de los discípulos, volviéndolos su nuevo pueblo (Jer 31, 33).

Por ello, desde los primeros tiempos de la Iglesia se ha celebrado solemnísimamente Pentecostés, pero con un nuevo significado, que explicó ese mismo día san Pedro: el Espíritu Santo prometido ha sido comunicado (Hch 2, 33).

En esa solemnidad se usan vestiduras rojas. Es, junto con el Domingo de Ramos, uno de los dos domingos del año que se usa este color por regla general (puede también usarse si la solemnidad de los santos Pedro y Pablo cae en domingo, o si un apóstol, evangelista o mártir se celebra como solemnidad en un lugar).

Además, es uno de los días en que es obligatoria la secuencia antes del Aleluya. Es la secuencia Ven Dios Espíritu Santo, en la que se llama al Paráclito padre de los pobres, fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo, pausa en el trabajo, brisa, en un clima de fuego, consuelo en medio del llanto. Se escucha estando sentados.