Durante más de mil años, en la Iglesia existió un tiempo litúrgico que servía de transición entre las alegrías del ciclo de Navidad y la penitencia cuaresmal: el tiempo de la Septuagésima.
Este tiempo inicia con el domingo de la Septuagésima, que se celebra el tercer domingo antes del Miércoles de Ceniza, y que corresponde al 64º día antes de Pascua. El segundo domingo previo al Miércoles de Ceniza es el domingo de la Sexagésima y el inmediato anterior es el de la Quincuagésima. Estos tres se agrupan en el tiempo de la Septuagésima.
Su origen se remonta a que en algunas comunidades el ayuno previo a la Pascua iniciaba cuarenta días antes (quadragésima, cuaresma), otras cincuenta (quincuagésima), otras sesenta (sexagésima), y otras setenta (septuagésima). De ahí las denominaciones de los domingos. Finalmente se fijó la cuaresma, pero se mantuvieron los domingos previos como un periodo de transición.
Con la reforma que siguió al Concilio Vaticano II ese tiempo ha pasado a ser parte del Tiempo Ordinario o Per Annum.
Sin embargo, hoy se conserva en los lugares en donde se celebra conforme al uso antiguo del rito romano. En estos lugares surante la Septuagésima se visten ornamentos morados; en las misas se omite el Gloria y se dice el Benedicamus Domino al final; y en todas las misas, después del Gradual se lee el Tracto en vez del Aleluya.