El Código de Derecho Canónico dispone que el Sacrificio se debe de ofrecer con pan y vino, “al cual se ha de mezclar un poco de agua.” (Can. 924 § 1.). La mezcla del poco de agua con el vino se realiza en el ofertorio, en donde el sacerdote de pie a un lado del altar “vierte en el cáliz vino y un poco de agua, diciendo en secreto: Por el misterio de esta agua…” (IGMR n. 142).
¿Cuánto es el “poco de agua” que debe de mezclarse? Esto supuso un debate en la Edad Media. Para asegurarse que fuera más vino que agua, en Flandes, Francia, Inglaterra y Alemania apareció una cucharita que permitía poner poco agua en el vino.
Al poco tiempo surgieron vinajeras con una forma de cánula que permitieron dosificar el agua y supusieron una alternativa a la cucharilla. Eso implicó que las cucharillas cayeran en desuso salvo en algunos países.
La cucharilla no está prevista en las rúbricas. En el siglo XIX se preguntó a la Sagrada Congregación de los Ritos sobre su uso, y se respondió que “el uso de una pequeña cuchara no está prohibido”, con lo que la autorizó en los países en donde existía la costumbre de usarla, como en los germánicos y en España. En España, no obstante, la cucharilla ha caído en desuso.
En España la cucharilla solía estar sujeta a una cinta que se termina por la otra punta en una borla o en una medalla; dicha cinta se colocaba sobre el purificador, haciendo colgar la cucharilla por un lado y la borla por el otro. En Alemania y en los países germánicos la cucharilla va sola, por eso se la pone dentro de la copa del cáliz, sobre el purificador que, a causa de ello, debe ser hundido en el centro, hasta el fondo de la copa. En algunos lugares la cucharilla se coloca en la bandeja de las vinajeras.
Con independencia de dónde se coloque antes del ofertorio, se emplea del siguiente modo: el sacerdote o el ministro vierte vino de la vinajera en el cáliz; deja la vinajera y con la cucharilla toma un poco de agua de la otra vinajera y la echa en el cáliz mientras dice la oración; tras ello, deja la cucharilla.