El Manual de liturgia

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En los muros de cada iglesia deben colocarse cuatro o doce cruces. Pueden ser de piedra, de bronce, o pueden esculpirse en los muros. Se colocan a una altura conveniente y, debajo de cada una se coloca un soporte en el cual se fija un pequeño candelero con su cirio (CE 874).

Estas cruces sirven para la dedicación del tempo. Durante la celebración, el obispo o un presbítero ungen estas cruces con el crisma, para significar la consagración del lugar (CE 902).

Posteriormente, se encienden las velas que se encuentran debajo de las cruces, en el momento en que se ilumina toda la iglesia, al final del rito de dedicación (CE 907).

Esas cruces recuerdan que se trata de un lugar consagrado, destinado al culto divino.