Dentro de los lugares sagrados, es decir, aquellos que se destinan al culto divino, destacan los templos, es decir los edificios a los que los fieles tienen derecho de entrar para la celebración del culto (CIC 1214).
La Iglesia es la asamblea, el Pueblo de Dios, la comunidad de los creyentes (CEC 752 y 752). Sin embargo, desde antiguo se le llama también “iglesia” al edificio en el cual la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, para orar unida, para recibir los sacramentos y celebrar la Eucaristía (CE 864), recordando que la iglesia es la edificación de Dios (1 Co 3, 9). Es por ello que el Código de Derecho Canónico y el Ritual para la Dedicación de Iglesias y Altares le dan este nombre a los templos.
Para poder construir una iglesia se requiere el consentimiento expreso y por escrito del obispo diocesano, quien debe escuchar antes al consejo presbiteral y a los rectores de iglesias vecinas (CIC 1215). Una vez concluida la construcción debe dedicarse o, al menos, bendecirse (CIC 1217). A partir de ese momento en ese lugar pueden realizarse todos los actos del culto divino, aunque existen algunos reservados solo a las iglesias que tengan la condición parroquial (CIC 1219).
La dedicación o la bendición de este lugar se pierde si es destruido en gran parte, o si se reduce a un uso profano de forma permanente, ya sea por un decreto del ordinario, o de facto (CIC 1212).
La entrada a las iglesias siempre tiene que ser libre y gratuita durante el tiempo de las celebraciones litúrgicas (CIC 1221).
Cada templo debe tener un título, que no puede cambiarse una vez dedicada (CIC 1218).
Pueden ser títulos de las iglesias la Santísima Trinidad, nuestro Señor Jesucristo (bajo la invocación de un misterio de su vida o de un nombre ya introducido en la Liturgia), el Espíritu Santo, la bienaventurada Virgen María (bajo una de las advocaciones admitidas en la liturgia), los santos Ángeles, o un santo que figure en el Martirologio Romano. Un beato solo puede ser titular de una iglesia si con indulto de la Sede Apostólica (CE 865). Un templo solo puede tener un titular, salvo que se trate de santos inscritos conjuntamente en el calendario litúrgico (Pedro y Pablo, apóstoles, por ejemplo).
Si un lugar destinado al culto divino no se erige para que puedan participar todos los fieles, no se le llama iglesia, sino oratorio o capilla privada. Es oratorio si se destina a una comunidad o grupo de fieles, pero otros fieles pueden tener acceso (CIC c. 1233). En éstos pueden realizarse todas las celebraciones sagradas (CIC c. 1225). En cambio, es capilla privada si solo se destina al beneficio de una o varias personas físicas (CIC, c. 1226). En éstas sólo puede celebrarse la Santa Misa con el permiso del obispo (CIC, c. 1228), con excepción de la capilla privada de cada obispo, en donde puede celebrarse cualquier acción sagrada.
En cada diócesis, una iglesia recibe el título de catedral, que es el lugar en donde se encuentra la cátedra del obispo y es el centro litúrgico de la diócesis.
Las diócesis se dividen de forma estable en grupos de fieles que se denominan parroquias. A la iglesia en donde tiene su asiento cada parroquia se le denomina iglesia parroquial, estando a cargo de un párroco. Cuando una la iglesia no es parroquial, se le confía la atención a un rector.
Cuando a una iglesia acuden en peregrinación numerosos fieles por un motivo peculiar de piedad, se le denomina santuario. Si es motivo de peregrinaciones de todo el país, se le denomina santuario nacional si lo aprueba la Conferencia Episcopal. Y si es motivo de peregrinaciones de diversas naciones, se le denomina santuario internacional, con la aprobación de la Santa Sede. (CIC, c. 1230 y 1231)
Por otra parte están las basílicas. Son aquellas iglesias a las que el papa les otorga esta distinción por su importancia, su historia o algún otro aspecto que le de relieve. Hay dos tipos de basílicas: las mayores y las menores. Las mayores solo son cuatro y están en Roma: San Pedro, San Pablo, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Las basílicas menores pueden estar en Roma o en cualquier otra parte del mundo.