La estola es una prenda de tela que los ministros ordenados usan alrededor del cuello en las celebraciones litúrgicas. Simboliza la autoridad sacerdotal. Su nombre procede del griego stolé, vestido, traje. Durante la misa es revestida por encima del alba y debajo de la casulla. En ceremonias con muchos concelebrantes, y ante la falta de casullas, algunos de los concelebrantes sólo visten la estola. Cuando se viste la capa pluvial, va por debajo de ésta. También puede usarse sobre el sobrepelliz en determinadas celebraciones. En otras se viste directamente encima de la sotana.
La estola es usada por diáconos, presbíteros y obispos. Hasta antes del Concilio Vaticano II, y en el rito extraordinario, cada uno de los grados del orden la vestía de distinta forma, para significar la distinción de grados:
-Los diáconos, desde el hombro izquierdo hasta el lado derecho del tronco, en donde se sujetaba.
-Los presbíteros, colgando del cuello y cruzada por el pecho, de forma que la tira que sale del hombro derecho se sujeta en el lado izquierdo del tronco y viceversa.
-Los obispos, colgando del cuello pendiendo ambos lados de forma paralela.
Modo presibiteral | Modo diaconal |
Actualmente sólo hay una distinción entre presbíteros y diáconos. La Instrucción General del Misal Romano dispone:
“340. El sacerdote lleva la estola alrededor del cuello y pendiendo ante el pecho; pero el diácono la lleva desde el hombro izquierdo pasando sobre el pecho hacia el lado derecho del tronco, donde se sujeta.”
La estola debe tener bordada una cruz en el centro y en cada uno de sus extremos.
Es costumbre que, al ponérsela, el ministro primero le de un beso a la cruz que está en el centro, mientras dice la oración:
“Redde mihi, Domine, stolam immortalitatis, quam perdidi in praevaricatione primi parentis; et, quamvis indignus accedo ad tuum sacrum mysterium, merear tamen gaudium sempiternum”
Lo que puede traducirse como: “Devuélveme, Señor, la túnica de la inmortalidad, que perdí por el pecado de los primeros padres; y, aunque me acerco a tus sagrados misterios indignamente, haz que merezca, no obstante, el gozo eterno.”