Cuando alguien es nombrado obispo de una diócesis, debe tomar posesión de ella (CIC 382). Este es un acto con relevancia jurídica y litúrgica pues, a partir de ese día, empieza a ser el ordinario del lugar, y se menciona su nombre en las plegarias eucarísticas (CE 1147).
Si el obispo electo es presbítero, toma posesión de su diócesis al ser consagrado obispo en su catedral (CE 1139). Pero si el obispo electo ya era obispo, debe de celebrarse una Misa en la que tome posesión dentro de los dos siguientes meses a que fue nombrado (CIC 382 y CE 1140). Se recomienda que esta Misa se celebre en la catedral de la diócesis, aunque puede ser en otra iglesia. (CIC 382).
Dependiendo de las circunstancias, existen algunas variantes en la forma en la que un obispo toma posesión de su diócesis. La primera posibilidad es que un arzobispo metropolitano tome posesión de su arquidiócesis, o un obispo lo haga sin que el metropolitano lo introduzca. La segunda posibilidad es que el arzobispo metropolitano de una provincia eclesiástica sea quien introduzca al obispo de una diócesis sufragánea.
Llegada del obispo
Cuando no lo introduce el metropolitano, el obispo es recibido en la puerta de la iglesia por la primera dignidad del capítulo o por el rector de la iglesia. El obispo viste hábito coral y, quien lo recibe, capa pluvial (CE 79 y 1142).
Si el metropolitano introduce al obispo, el arzobispo (vestido con hábito coral) es quien a la puerta de la iglesia le presenta a la primera dignidad del capítulo (CE 1145).
Después del saludo, al obispo se le presenta un crucifijo, para que lo bese, y luego agua bendita, para que se aspergee a sí mismo y a los presentes. Luego, se conduce al obispo ante el Santísimo, para que lo adore de rodillas durante unos momentos. Luego, se dirigen todos a la sacristía, en donde se revisten para la Misa (CE 1142).
Procesión de entrada
En el caso de que nos sea introducido, el obispo preside la procesión de entrada. Pero si es introducido por el metropolitano, es éste quien preside la procesión de entrada (CE 1145).
Si preside la procesión el metropolitano, es él quien lleva el báculo (CE 59) quien, además, puede llevar el palio (CE 62).
Si quien toma posesión tiene derecho a usar palio, y el papa ya se lo entregó, en la procesión de entrada uno de los diáconos lleva el palio (CE 1150).
Inicio de la Misa
Al llegar al altar, el obispo deja la mitra y el báculo, venera el altar y lo inciensa, y se dirige a la cátedra. Ahí saluda al pueblo, tras lo cual, se sienta, y recibe la mitra (CE 1143).
Si el metropolitano introduce al obispo, es él quien inciensa el altar y se dirige a la cátedra, en donde saluda al pueblo, se sienta, recibe la mitra (CE 1145). El obispo electo, por su parte, se dirige a otro lugar, y se sienta con la mitra, al igual que el metropolitano.
Lectura de las letras apostólicas
Uno de los diáconos muestra las letras apostólicas al colegio de consultores y al canciller de la curia (quien levanta un acta), o al clero y a los fieles en las diócesis de nueva creación. Al enseñárselos a ellos, es que el obispo toma posesión (CIC 382).
Luego, el diácono lee las letras desde el ambón. Al final, todos aclaman diciendo “Demos gracias a Dios” (CE 1143).
Si el metropolitano introdujo al obispo, tras la aclamación, éste invita al obispo a sentarse en la cátedra (CE 1145). Ahí puede recibir el báculo.
Si el obispo tiene derecho a usar palio, en ese momento se le impone, si el papa ya se lo entregó (CE 1143). Si no ha recibido el palio del papa, se le debe de imponer en otra Misa posterior (CE 1149-1155).
Saludo al nuevo obispo
Después de la aclamación, de que se sentó en la cátedra, o de que recibió el palio, según haya sido, la primera dignidad del cabildo o el rector de la iglesia dirigen unas palabras de saludo al nuevo obispo (CE 1143).
Al terminar las palabras de saludo, una parte del clero y de los fieles, se acercan a la cátedra para manifestarle obediencia y reverencia al nuevo obispo (CE 1143).
Luego, omitido el acto penitencial y, si se cree oportuno el Señor ten piedad, el nuevo obispo, sin mitra y de pie, desde la cátedra incoa el Gloria, si lo prescriben las rúbricas o, si no, reza la oración colecta (CE 1143).
Después, la Misa continúa como de costumbre.