El Manual de liturgia

El Manual de liturgia

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1. Sujeto, ministro y preparativos

El papa puede designar libremente a los obispos. Los requisitos para ser obispo son tener, al menos, 35 años; haber sido ordenado presbítero cuando menos cinco años antes; ser doctor, o licenciado en Sagrada Escritura, teología o derecho; contar con buena fama; y ser insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata (CIC 378§1).

Un varón elegido como obispo debe ser ordenado dentro de los tres meses siguientes a que recibió las letras apostólicas, el nombramiento firmado por el papa. El elegido puede invitar a cualquier obispo católico a que lo ordene. Hay que recordar que el ministro del Orden es únicamente el obispo consagrado (CIC 1012). La costumbre es que el metropolitano ordene al obispo sufragáneo y que el obispo del lugar al auxiliar (Ritual de la Ordenación, RO en lo sucesivo, n. 16).

En el caso de la ordenación de obispos, se pide que se unan otros dos obispos (co consagrantes) al consagrante principal, salvo que la Sede Apostólica dispense de esta asociación (CIC 1014). Además, se pide que todos los obispos presentes consagren también al elegido.

Además, es necesario que dos presbíteros asistan al elegido (CE 566). Cuando se ordena para una diócesis, es conveniente que estos presbíteros sean de ésta (RO 17).

La ordenación, como se dijo, debe tener lugar en los tres meses siguientes a que se reciben las letras apostólicas. En este plazo puede elegirse cualquier día distinto al Miércoles de Ceniza, la Semana Santa o a la conmemoración de los fieles difuntos, aunque se sugiere que sea en un domingo o día festivo, preferentemente en una fiesta de los apóstoles, pues van a constituirse en sus sucesores (RO n. 22).

Sobre esto último hay que decir que casi todos los meses hay una fiesta de los apóstoles: la Conversión de san Pablo en enero; la Cátedra de san Pedro en febrero; los santos Felipe y Santiago, así como san Matías, en mayo; los santos Pedro y Pablo en junio; santo Tomás así como Santiago, en julio; san Bartolomé en agosto; san Mateo en septiembre; los santos Simón y Judas en octubre; san Andrés en noviembre; y san Juan en diciembre.

Antes de la misa de ordenación, además de lo que se requiere para la concelebración de una misa estacional, se necesita preparar el Ritual de la Ordenación, el texto de la oración consagratoria para los obispos consagrantes; un gremial, el sagrado crisma, el anillo, báculo y mitra del elegido (RO 28, CE 568). Tanto el anillo, el báculo y la mitra deben ser bendecidos antes de la ordenación (CE 569). El elegido se reviste con las vestimentas presbiterales, pero añade la cruz pectoral y la dalmática, por debajo de la casulla.

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2. De los ritos iniciales al Evangelio

Preparado todo, se organiza la procesión por la iglesia hacia el altar, según la forma acostumbrada. El elegido avanza en medio de los presbíteros que lo asisten, detrás del resto de presbíteros. Tras el elegido avanzan los obispos consagrantes (CE 571 y RO 31).

Los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra se desarrollan de la manera acostumbrada, hasta el Evangelio (CE 572 y RO 32).

Una vez que se ha proclamado el Evangelio, el diácono vuelve a dejar el libro de los Evangelios sobre el altar (CE 574 y RO 34); es decir, no lo lleva a la credencia como de costumbre. Tras ello, y permaneciendo todos de pie, se entona el himno Veni Crearor (CE 575 y RO 35).

3. Liturgia de ordenación

a. Petición de ordenación, homilía y súplicas litánicas

Al finalizar el himno, el obispo ordenante principal y los dos co consagrantes se dirigen a los faldistorios colocado frente al altar, en donde se sientan con mitra. Frente a ellos se coloca el elegido, acompañado por los dos presbíteros que lo asisten (CE 576-577 y RO 36-37).

Uno de los presbíteros asistentes se dirige al obispo ordenante principal, y le pide que ordene obispo al presbítero a quien acompaña. El obispo, entonces, le pregunta si tiene el mandato apostólico, a lo que responde afirmativamente, tras lo cual lo lee (CE 577 y RO 38). Al final todos dicen “Te damos gracias, Señor”.

Luego, todos se sientan y el obispo consagrante principal hace la homilía. Puede usar el texto que sugiere el Ritual de la Ordenación (n. 39). Al acabar ésta, solo el elegido se pone de pie, y el ordenante principal le recuerda que la antigua regla de los santos padres establece que quien ha sido elegido para el episcopado debe ser examinado sobre su fe y su ministerio frente al pueblo, tras lo cual procede a interrogarlo con las nueve preguntas que prevé el ritual (n. 40).

Una vez que ha sido examinado el candidato, el obispo ordenante principal invita a todos a invocar la intercesión de los santos por el elegido. Hecha la invitación, el ordenando se postra en tierra, y todos los demás se ponen de rodillas, salvo los domingos o durante el tiempo de Pascua, que permanecen de pie salvo el elegido que siempre se postra. En ese momento se entonan las letanías de los santos, que concluyen con una oración del consagrante principal (CE 580 y RO 41-42).

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b. Impsición de las manos y oración de ordenación

Posteriormente, estando todos de pie, y los obispos con mitra, el elegido se acerca al ordenante principal y se arrodilla ante él. Éste, sin decir nada, le impone las manos sobre la cabeza. Luego hacen lo mismo los otros dos obispos consagrantes y, posteriormente, el resto de los obispos presentes (CE 582 y RO 44-45).

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Cuando todos los obispos han impuesto las manos sobre el elegido, éste se arrodilla frente al ordenante principal y dos diáconos, colocados al lado del elegido, sostienen el Evangeliario abierto sobre su cabeza, que previamente tomaron del altar.

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En ese momento, el obispo consagrante principal, sin mitra, inicia la oración de ordenación, con las manos extendidas hacia el elegido. Las palabras esenciales de esa oración son pronunciadas por todos los obispos que le impusieron las manos (RO 25 y47). Estas palabras son:

Infunde ahora sobre este tu elegido la fuerza que de ti procede: el Espíritu de gobierno que diste a tu amado Hijo Jesucristo, y él, a su vez, comunicó a los santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia como santuario tuyo en cada lugar para gloria y alabanza incesante de tu nombre.

c. Unción y entrega de insignias episcopales

Al terminar la oración de ordenación, los diáconos cierran en Evangeliario y uno se coloca cerca del obispo consagrante principal con el libro. Los obispos consagrantes, con mitra, se sientan. Y el nuevo obispo se acerca al ordenante principal y se arrodilla frente a él (CE 585 y RO 48).

Luego, el obispo consagrante principal se coloca el gremial sobre sus piernas, y recibe de un diácono el santo crisma, con el que unge la cabeza del nuevo obispo pidiéndole a Dios derrame junto con el bálsamo su bendición haciendo fecundo su ministerio (CE 586 y RO 49). Tas ello, el obispo ordenante se lava las manos y deja el gremial.

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Posteriormente, el obispo ordenante recibe de un diácono el Evangeliario, y se lo entrega al ordenado, para que anuncie la palabra de Dios con sabiduría y perseverancia (CE 587 y RO 50). El nuevo obispo recibe el libro, y se lo entrega a aun diácono, quien lo lleva a la credencia.

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Tras ello, el ordenante principal pone en el dedo anular derecho del recién ordenado el anillo, signo de fidelidad y de su deber de proteger a la Iglesia, esposa santa de Dios (CE 588 y RO 51).

Si el ordenado tiene derecho a usar palio, y ya se lo entregó el papa, se lo impone en ese momento (CE 588 y RO 52). Posteriormente y, de no imponerse el palio, el ordenante principal le impone la mitra al nuevo obispo para que cuando aparezca el Príncipe de los pastores merezca recibir la corona de gloria que no se marchita (ídem). Finalmente, le entrega el báculo para que apaciente a la Iglesia de Dios (ídem).

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d. Toma de posesión de la cátedra

Una vez que el nuevo obispo ya recibió todas las insignias episcopales, se pone en pie, al igual que todos. Entonces, el obispo consagrante principal conduce al recién ordenado hacia la cátedra, y lo invita a sentarse en ella. Si la ordenación no se hizo en la iglesia catedral del nuevo obispo, o se trata de un obispo titular, lo invita a sentarse en el primer lugar entre los concelebrantes (CE 589 y RO 55). El ordenado se sienta con mitra y báculo.

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Posteriormente, el nuevo obispo se pone de pie y, dejado el báculo, recibe el abrazo de la paz del ordenante principal y de todos los obispos presentes (CE 590 y RO 56). En ese momento se canta la antífona “Vayan por todo el mundo y enseñen a todas las gentes”, con el salmo 95 (96), u otro canto apropiado (CE 590 y RO 57).

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4. Liturgia eucarística y rito de conclusión

La celebración continúa como de costumbre hasta la comunión, aunque omitiendo la oración de los fieles. El Credo se dice si está prescrito. A partir de ese momento, si la ordenación se hizo en la iglesia propia del obispo recién ordenado, éste preside la liturgia eucarística. Pero si no se hizo en su diócesis, el consagrante principal continúa presidiendo, pero el nuevo obispo ocupa el primer lugar entre los demás concelebrantes (CE 591). En las plegarias eucarísticas existen menciones especiales por el obispo recién ordenado, en las preces por la Iglesia, aunque no sea el diocesano.

Al terminar la oración después de la comunión, se entona el himno Te Deum. Mientras se canta, el nuevo obispo, con mitra y con báculo, acompañado de dos obispos consagrantes, recorre la iglesia bendiciendo a todos (CE 594 y RO 61).

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Al finalizar el Te Deum, el ordenando puede hablar al pueblo desde el altar, o desde la cátedra si se encuentra en su catedral (CE 595 y RO 62). Posteriormente, el obispo que presidió la liturgia eucarística imparte la bendición.