Conforme al nuevo uso, al arzobispo metropolitano se le impone el palio en su catedral, dentro de una Misa. Se lo impone el nuncio apostólico u otro obispo al que el papa le haya confiado el encargo de imponérselo.
La Misa se celebra conforme al rito estacional, es decir, conforme al rito más solemne previsto para una Misa presidida por un obispo.
Antes de la Misa debe colocarse un asiento especial para el nuncio apostólico, quien debe de concelebrar.
En la procesión de entrada uno de los diáconos lleva el palio. Al llegar al presbiterio, lo deja sobre el altar (CE 1150). La procesión no la cierra el arzobispo metropolitano, sino el nuncio. El arzobispo metropolitano, tras venerar el altar, se dirige a su cátedra.
Al llegar al altar, el nuncio besa el altar y después lo inciensa. Luego va a su lugar, a donde se acercan los acólitos con el libro y el micrófono. El nuncio hace la señal de la cruz, saluda al pueblo y con breves palabras explica el sentido de lo que se va a efectuar (CE 1152).
Terminada la monición, el nuncio se sienta y recibe la mitra. En ese momento, el arzobispo metropolitano se acerca al nuncio (sin mitra) y se arrodilla ante él. De rodillas hace la profesión de fe y el juramento (CE 1153).
Una vez que ha prestado juramento, un diácono va al altar, toma el palio y se lo lleva al nuncio, quien lo impone sobre los hombros del arzobispo metropolitano mientras le dice (CE 1154):
Para gloria de Dios omnipotente, y para alabanza de la bienaventurada siempre Virgen María y de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, en nombre del Romano Pontífice, el papa N., y de la Santa Iglesia Romana, para honor de la Sede N., a ti confiada, en señal de la potestad arzobispal, te entregamos el palio tomado del sepulcro del bienaventurado Pedro, para que lo lleves dentro de los confines de tu provincia eclesiástica. Sea para ti este palio símbolo de unidad y señal de comunión con la Sede Apostólica. Sea vínculo de caridad y aliciente de fortaleza, para que el día de la venida y relevación del gran Dios, y cabeza de los Pastores, Jesucristo, poseas con las ovejas a ti confiadas, el vestido de la inmortalidad y de la gloria. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
El arzobispo responde “Amén”. Se pone de pie, y se dirige a su cátedra. Ahí se acercan los acólitos con el misal y el micrófono. El arzobispo que recibió el palio incoa el Gloria. Luego, la Misa sigue como de costumbre.
Si el arzobispo recibe el palio el día que toma posesión de su arquidiócesis, antes de que se le imponga, un diácono lee desde la el ambón las letras apostólicas de su nombramiento, que todos escuchan sentados.