Cristo nos ungió, nos selló y puso al Espíritu como prenda en nuestros corazones (2 Cor 1, 21-22).
Por ello, dentro de las acciones ceremoniales de los sacramentos está la unción que realiza el ministro, es decir, se nos esparce el aceite sobre nuestro cuerpo.
Podemos ser ungidos en tres partes del cuerpo: en la cabeza, en las manos y en el pecho.
Se unge en la cabeza con el Santo Crisma a quien es bautizado (RBN 129 y 154; RICA 220), a quien es confirmado (RC 9), y a quien es ordenado obispo (RO 49 y 85); y con el óleo de los enfermos a quien recibe el sacramento de la Unción (RUyCPE 143)
Se unge en las manos, con el óleo de los enfermos a quien recibe el sacramento de la Unción (RUyCPE 143); con el Santo Crisma a quien es ordenado presbítero (RO 133 y 161); y con el óleo de los catecúmenos a los adultos que van a bautizarse, si parece oportuno (RICA 130).
Se unge el pecho con el oleo de los catecúmenos a los catecúmenos niños (RBN 120 y 146) y a los catecúmenos adultos si parece oportuno (RICA 130).
El Señor le pidió a Moisés que ungiera el altar; de esta forma lo consagraría y sería una cosa santísima (Ex 40, 10). Por ello, la liturgia prevé que, además de ungir a las personas también se haga a los altares cuando son consagrados; y las cruces de dedicación que se encuentran en las paredes de las iglesias, cuando los templos son dedicados.