La posición de las manos en la liturgia es muy importante. Siempre es significativa. Durante las celebraciones litúrgicas, el celebrante y los ministros, mientras caminan o están de pie, tienen las manos juntas salvo que se indique otra cosa. Si tienen un objeto en una mano, deben colocar la otra mano sobre el pecho, de forma extendida y con los dedos juntos. Esto ocurre, por ejemplo, al llevar el incensario: con la mano derecha se lleva y la mano izquierda se pone en el pecho.
Cuando los ministros se sientan, las manos deben de descansar en las rodillas y los codos deben estar doblados de un modo relajado.
Mientras debe de realizarse una acción con una mano (por ejemplo, al bendecir o al cambiar la página del misal), hay que evitar que la otra mano quede en el aire. Para ello, debe colocar la sobe el pecho, cuando el celebrante está en la sede, o sobre el altar, cuando está frente a éste.
En esto último hay una regla: al poner la o las manos sobre el altar, se suele apoyar toda la mano extendida, y entre la consagración y la purificación se pone sobre el corporal; fuera de este periodo, se coloca fuera del corporal.
En el caso del obispo cuando usa el báculo, lo toma con la mano izquierda, y con la derecha bendice.
Hay dos posiciones de las manos que hay que tratamos más xtensivamente: las manos juntas y las manos extendidas.