Celebraciones papales

Celebraciones papales

La Capilla Papal se celebraba en las ocasiones más solemnes, como el inicio del pontificado la Natividad del Señor, la Pascua, o en las canonizaciones.

Por regla general, las Capillas Papales se celebraban en el altar de la confesión de la Basílica de San Pedro, aunque podían celebrarse en alguna de las otras tres basílicas mayores.

1. Los ministros 

En las Capillas Papales, un cardenal-obispo (generalmente el Decano del Colegio Cardenalicio) fungía como presbítero asistente. Un cardenal-diácono fungía como diácono. Un auditor de la Rota Romana fungía como subdiácono. También participaban un diácono y un subdiácono de rito oriental, como muestra de la universalidad de la autoridad papal. Y dos cardenales diáconos fungían como diáconos asistentes.

Los cardenales que fungieran como presbítero asistente, diáconos, o subdiáconos, usaban mitra además de los ornamentos propios de la función que desempeñarían. Y el subdiácono y el diácono orientales vestían los ornamentos propios del rito bizantino.

Los cardenales que no actuaban como ministros en la Misa, vestían con sotana roja, con faja, roquete y cruz pectoral. Encima de ésta se colocaban la dalmática, si eran cardenales-diáconos; la casulla, si eran cardenales-presbíteros; o capa pluvial, si eran cardenales-obispos. Además, usaban la mitra simple cardenalicia.

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2. Llegada del papa a la basílica 

Antes de la Capilla Papal, el Santo Padre se revestía en el Palacio Apostólico con amito, alba, falda papal, cíngulo, cruz pectoral, estola, manto papal y tiara.

Desde el Palacio Apostólico era llevado a la Basílica de San Pedro en una procesión. Al frete iba la cruz procesional acompañada por siete velas y un turiferario. Atrás, el subdiácono portaba el Evangeliario. Después iban los cardenales, obispos, y demás prelados que componen la “capilla pontificia”, vestidos de acuerdo a su rango, y en el orden de precedencia establecido. Al final de la procesión iba el papa en la silla gestatoria, acompañado de los dos flabelos.

Cuando el Santo Padre entraba a la Basílica de San Pedro sonaban las llamadas “trompetas de plata”. No eran de este material, se les conocía así porque la marcha que interpretaban tenía ese nombre (Marcia delle trombe d' argento, compuesta por Giovanni Longhi). Con eso se distinguía una Misa solemne de una Capilla Papal. 

Aquí puede escucharse la Marcha de Longhi: 

El Papa era recibido en la puerta por los canónigos de la Basílica de San Pedro, encabezados por el Cardenal Arcipreste de la Basílica, y se dirigía a la capilla del Santísimo, donde se arrodillaba brevemente, apoyado en un faldistorio, para adorar al Santísimo Sacramento.

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3. El papa se reviste

Tras adorar al Santísimo, el papa iba al altar de San Gregorio. En ese momento se cantaba la Hora Tercia, mientras el Santo Padre se quitaba la tiara, el manto papal y la estola, y se revestía con los ornamentos para la Misa: el subcinctorio, la estola, la tunicela, la dalmática, la casulla, el fanón, el palio, la mitra preciosa, las quirotecas, las sandalias, y el anillo del pescador. No solían usar de forma habitual la férula.

Durante la Misa también usaría el manípulo. Pero conforme al uso anterior, se lo colocaba hasta después del Confíteor (yo pecador).

Asimismo, usaría otra mitra (la auriphrygiata), y la tiara. Estas se colocaban sobre el altar. En el lado de la Epístola (derecho), se colocaba la tiara. Y en el lado del Evangelio, la mitra. Como durante el Canon se dejaba tanto la mitra preciosa como la auriphrygiata sobre el altar, del lado de la Epístola se colocaban dos tiaras. 

Aquí pueden verse todos los ornamentos usados por el papa en una Capilla Papal.

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4. La Misa: del inicio al ofertorio. 

Una vez revestido el papa, le daba un beso de la paz a los tres cardenales presbíteros últimos en precedencia y se dirigía al altar mayor para celebrar la Misa, que se celebraba como una Misa Pontifical, pero con algunas diferencias.

Se colocaban siete candeleros, con el crucifijo al centro. Otros siete candeleros se colocaban frente al altar. En el altar se podían colocar las estatuas-relicarios, además de las mitras y de las tiaras. Pero no había sacras, porque se usaba un libro llamado Canon Missae Pontificalis, que también reemplazaba al Misal desde el prefacio hasta la antífona de comunión.

La Misa, como era costumbre iniciaba a los pies del altar. En el Confíteor (Yo pecador) el cardenal obispo (quien fungía como presbítero asistente) se ponía de pie a la derecha del papa y el cardenal diácono a su izquierda, y los demás se ponían detrás.

Después de la primera incensación, los cardenales diáconos besaban la mejilla y el pecho del papa. Tras este gesto el papa se iba al trono que se colocaba bajo la Cátedra de San Pedro, que se encuentra en el ábside de la Basílica de San Pedro. El cardenal que fungía como presbítero asistente se sentaba en un faldistorio entre el altar y el trono; los diáconos asistentes, a los lados del papa. El príncipe asistente al solio pontificio, a la derecha del cardenal-diacono que asistía al papa por la derecha; y el maestro de ceremonias a la izquierda del cardenal-diáciono que aistía al papa por la izquierda. Los cardenales fungían como diácono y subdiáncono, asi como el diácono y el subdiácono orientales, se sentaban en los escalones del altar. 

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La epístola se cantaba dos veces. En primer lugar, en latín, por el subdiácono latino. En segundo lugar, en griego, por el subdiácono de rito bizantino. Después de la epístola, los dos subdiáconos iban juntos a besar los pies del papa.

Del mismo modo, el Evangelio era cantado por primera vez en latín por el cardenal-diácono y luego en griego por el diácono rito oriental. El Evangelio cantado en latín era acompañado por siete velas mientras que el Evangelio griego por dos. Después del Evangelio ambos evangeliarios eran llevados a la papa, quien los besaba.

En el Credo, a las palabras et incarnatus est, el diácono y el dubdiácono extendían el strogolo sobre el altar. 

5. La Misa: del ofertorio al final. 

Por precaución contra el veneno o las materias no válida, el sacristán y el copero probaban el pan y el vino en un rito llamado pregustatio tanto en el ofertorio como antes del Padrenuestro.

Durante el Canon, el subdiácono y el diácono orientales permanecían a los pies del altar; no subían, como los cardenales que fungían como diácono, subdiácono, presbítero asistente, así como el maestro de ceremonias. 

En la consagración, al hacer las elevaciones, el papa giraba en medio círculo hacia ambos lados del altar. En esos momentos ocho ministros sostenían hachones frente al altar. Mientras las trompetas de la Guardia Noble interpretaban la “Sinfonía Silveri”. Esta sinfonía sustituía el toque de las campanillas.

El papa comulgaba una porción de la Hostia en altar y se trasladaba al trono. Después, el cardenal-diácono ponía el Cuerpo de Cristo en la patena y el maestro de ceremonias lo cubría con el asterisco. Inmediatamente la entregaba al subdiácono quien lo cubría con un paño llamado “linteum” y lo llevaba al trono. Tras ello, el diácono elevaba el cáliz a la altura de la frente para que fuera visto por todos y el maestro de ceremonias lo cubría con una palia; luego, el diácono lo llevaba al trono, en donde el papa sorbía un poco de la Sangre de Cristo con la fístula.

Después de que el papa comulgaba, el subdiácono le entregaba la patena al papa, quien le daba de comulgar al diácono y al subdiácono. El diácono comulgaba de pie y el subdiácono de rodillas. Solo estas tres personas comulgaban en las capillas papales hasta que san Pio X dispuso que comulgaran los demás fieles.

Después de la comunión el papa se purificaba los dedos. Mientras, el diácono y el subdiácono consumían lo que quedaba de la Sangre de Cristo y la partícula de la Hostia, y  purificaban el cáliz, la patena y la fístula.

Acabadas las purificaciones, el papa regresaba al altar para terminar la misa. Después de la bendición el obispo asistente anunciaba la indulgencia plenaria a todos los asistentes. Al final del “Último Evangelio” el papa se ponía la tiara, los guantes y el anillo. En ese momento se acercaba el cardenal arcipreste de la Basílica de San Pedro junto con dos canónigos y le entregaba un saco de seda bordado en oro en el que se encontraban algunas monedas.

Al entregarlas, el arcipreste le decía al papa: “Beatissime Pater, capitulum et canonici hujus sacrosanctae basilicae, Sanctitatae vestrae consuetum offerunt presbyterium pro missa bene cantata” Es decir, le entregaba al papa el estipendio por una misa bien cantada, siguiendo lo que dijo San Pablo “el que vida del altar, que coma del altar”.

Una vez que recibía el estipendio, el papa dejaba el palio y el manípulo en el altar, se ponía la tiara y salía en silla gestatoria en procesión con los mismos acompañantes y en el mismo orden que en la procesión de entrada.