En las funciones pontificales, el Santo Padre usaba un ornamento llamado falda o fimbria, que era una prenda amplia de fina seda blanca que se ajustaba por medio de cintas sobre el roquete, bajo el alba.
Existían dos clases de fimbrias: la mayor que llegaba al suelo se extendía medio metro adelante y un metro veinte detrás en amplísima cola; y la menor o consistorial que se usaba en los consistorios secretos, en las Misas rezadas con cierta solemnidad o en los oficios penitenciales, y que solo se extendía veinticinco centímetros por delante y medio metro por detrás. Las cintas que ajustan la fimbria consistorial podían ser blancas o rojas, dependiendo del color litúrgico.
Siendo imposible para el papa andar sin ayuda cuando estaba revestido de la falda pontifical, la sostenían varios prelados: a) La parte anterior era sostenida antes de la ceremonia por dos protonotarios apostólicos, a los que substituían durante la función litúrgica los dos primeros auditores del Tribunal de la Sagrada Rota Romana; b) los costados eran sostenidos siempre dos capellanes privados; y c) el extremo posterior lo levantaba el Príncipe Asistente al Solio.