Las quirotecas o chirotecas o guantes episcopales, son prendas elaboradas para cubrir las manos de los obispos y otros prelados en las Misas solemnes. En ellas, se usan siempre con la casulla: desde que la procesión de entrada hasta el ofertorio. Y no se vuelven a poner, salvo que se imparta la bendición papal, en cuyo caso se vuelven a colocar. Mientras se usan, el anillo episcopal se pone por encima del guante.
Se confeccionan del color del ornamento del día, salvo en negro, ya que conforme al antiguo uso no se usaban ni en el oficio de Viernes Santo ni en las Misas de difuntos. Además, había distintas prescripciones sobre el bordado según se trate de un obispo, de un abad o de un protonotario con derecho a usarlas.
Tras el Concilio Vaticano II cayeron en desuso por la mayoría de los obispos. No obstante, el beato Pablo VI las usó hasta su muerte. Sus sucesores no los volvieron a usar, y el Ceremonial de Obispos de 1984 no menciona nada sobre su uso en la forma ordinaria. Sin embargo, en la forma extraordinaria se siguen usado habitualmente.
Su uso se debió a la necesidad litúrgica de cubrirse enteramente de lo sagrado, desde los pies hasta la cabeza, además de que tienen el sentido espiritual de mantener limpias las manos que van a tocar el Cuerpo de Cristo y el Cáliz, y recalcan la sacralidad de estas manos consagradas, siendo “fundas” de unas manos dotadas de poder.
Al ponerse las quirotecas, el obispo dice la siguiente oración: “Circumda, Domine, manus mea munditia novi hominis, qui de caelo descendit; ut, quemadmodum Jacob dilectus tuus pelliculis hoedorum opertis manibus, paternam benedictionem, oblato patri cibo potuque gratissimo, impetravit; sic et oblata per manus nostras salutaris hostia, gratiae tuae benedictionem mereatur. Per Dominum nostrum Jesum Christum Filium tuum, qui in similitudinem carnis peccati pro nobis obtulit semetipsum.”, que puede traducirse como: “Coloca en mis manos, Señor, la limpieza del hombre nuevo que descendió del cielo para que, como tu amado Jacob que cubriendo sus manos con pieles de cabras y ofreciendo a su padre el alimento y la bebida más agradable obtuvo su bendición, así yo también pueda ofrecerte con mis manos el sacrificio de salvación y obtener tu bendición. Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que haciéndose semejante en la carne se ofreció a si mismo por nosotros.”