El Manual de liturgia

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El Oficio de Lectura se oriente a una meditación de la Palabra de Dios y de los autores espirituales. Antiguamente se llamaba “Maitines”, y se rezaba en las noches. Ahora, salvo que una comunidad esté obligada a rezarlo de noche, puede tener lugar a cualquier hora, incluso el día precedente después de celebrar las Vísperas (OGLH 57 a 59).

Cuando se celebran con asistencia del pueblo, el oficio lo preside, ordinariamente, un sacerdote o un diácono desde la sede. (OGLH 254). A falta de un presbítero o diácono, preside un laico, a quien se le considera solamente uno entre iguales, por lo que no sube al presbiterio (OGLH 258).

El presbítero o el diácono que preside la celebración puede llevar la estola sobre el alba o la sobrepelliz e, incluso, capa pluvial en el caso del presbítero. (OGLH 255). Si el obispo preside, lo hace revestido con el hábito coral (CE 214).

Si el Oficio se reza antes de los Laudes, inicia con el salmo invitatorio que consta del verso “Señor, ábrenos los labios; y mi boca proclamará tu alabanza", y el del salmo 94, que sustituye a la invocación inicial antes mencionada (OGLH 34 y 60). De lo contrario, se comienza diciendo: “Dios mío, ven en mi auxilio: Señor, date prisa a socorrerme", al que sigue el “Gloria al Padre" con el “Como era" y, salvo en tiempo de Cuaresma, el Aleluya. (OGLH 41 y 60).

Esta invocación inicial, o el Invitatorio, lo inicia el que preside (OGLGH 256), y todos los participantes están de pie (OGLH 263).

Todos hacen la señal de la cruz, desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo al derecho cuando se dice “Dios mío, ven en mi auxilio” (OGLH 266). Pero cuando inicia con el Invitatorio, todos hacen la señal de la cruz sobre la boca al proferir las palabras "Señor, ábreme los labios" (Ídem).

Seguidamente se dice o canta el himno del día (OGLH 61), mientras todos los participantes están de pie (OGLH 263).

A continuación del himno viene la salmodia, durante la cual toda la asamblea está sentada o de pie, según las costumbres del lugar (OGLH 265).

La salmodia consta de tres salmos (OGLG 62). Al inicio de cada salmo se reza o canta la antífona (OGLH 123). Después, se canta o recita el salmo o cántico, lo que puede hacerse de tres formas: a) de forma seguida o en directo; b) alternando los versos o estrofas entre dos coros o partes de la asamblea; o c) en forma responsorial (OGLH 122). Al final de cada salmo se canta o reza el “Gloria al Padre…”, y se repite la antífona (OGLH 123).

Al terminar la salmodia se dice un versículo (OGLG 63), que se dice responsorialmente, y es el puente entre la salmodia y las lecturas.

Luego tienen lugar las lecturas, que todos escuchan sentados (OGLG 264). Las hace un lector desde el ambón. La primera es bíblica y la segunda es tomada de las obras de los Padres de la Iglesia, o hagiográfica (historia de la vida de los santos) o ser de un escritor eclesiástico (OGLH 63). Por ello, al finalizar esta segunda lectura no se dice “Palabra de Dios”. Esta segunda lectura pues ser tomada del libro de la Liturgia de las Horas, o el Leccionario libre, que contiene una mayor abundancia de lecturas (OGLG 161). Después de cada lectura se dice un responsorio, que se ha seleccionado del tesoro tradicional o compuesto de nuevo, para arrojar una nueva luz sobre la lectura que acaba de hacerse.

En los domingos que no sean de Cuaresma, y en las octavas de Pascua y Navidad, tras el responsorio de la segunda lectura se recita el Te Deum (OGLH 68)

El Oficio concluye con una oración propia del día, que suele ser la misma colecta de la Misa del día (OGLG 198). Para esta oración todos se ponen de pie (OGLH 263). Si el que preside es clérigo, dice la oración con las manos extendidas.

Al finalizar la oración se hace la aclamación “Bendigamos al Señor” (OGLH 69). Pero si el obispo preside, puede dar la bendición al pueblo (CE 214).