La Confirmación es el sacramento, que imprime carácter, por el que los bautizados, avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia.
Para recibir la Confirmación se requiere estar bautizado (CIC 889). Se debe administrar a la edad de la discreción (a los siete años, aproximadamente), a no ser que la Conferencia Episcopal determine otra edad, o exista peligro de muerte (CIC 891) Si el fiel tiene ya uso de razón, se requiere que esté en estado de gracia (Ritual de la Confirmación, en adelante R Con, 12). Los catecúmenos adultos han de recibir la Confirmación inmediatamente después del Bautismo, en la misma celebración (R Con 3).
El ministro originario de la Confirmación es el obispo. Además, tienen facultad de confirmar el administrador apostólico que no sea obispo; el presbítero, que ha recibido la misión de bautizar a un adulto o a un niño; y en peligro de muerte los párrocos y, en su ausencia, cualquier sacerdote que no tenga censura ni pena canónica (CIC 882-888).
Si el número de confirmandos es muy grande, puede el obispo hacerse acompañar de presbíteros que tengan un ministerio o cargo peculiar en la diócesis, sean párrocos del lugar en que se administra, párrocos del lugar al que pertenecen los confirmandos, o presbíteros que han trabajado especialmente en la preparación catequética de los confirmandos (R Con 8, CE 456).
La Confirmación se tiene normalmente dentro de la Misa, para que se manifieste más claramente la conexión de este sacramento con toda la iniciación cristiana, que alcanza su culmen en la Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (CIC 881 y R Con 13). En esa misa se utiliza el formulario ritual correspondiente, a no ser que la Confirmación se celebre en un domingo de Adviento, Cuaresma o Pascua, o bien en una Solemnidad, en el miércoles de Ceniza o en uno de los días de Semana Santa, en que se utiliza el formulario propio de ese día. (R Con 20). De usarse el formulario ritual, se emplean ornamentos rojos o blancos (Ídem).
La misa en la que se administra la Confirmación se desarrolla como de costumbre hasta el Evangelio. Una vez que es proclamado, se llaman a los confirmandos por su nombre y cada uno se acerca al presbiterio. Pero si son numerosos, no se les llama nominalmente (CE 461). Después tiene lugar la homilía. El ritual sugiere una homilía especial.
Al terminar la predicación, el celebrante invita a renovar las renuncias y promesas bautismales. Si es obispo, lo hace con mitra y báculo (CE 463).
Tras la renovación, si el celebrante es obispo deja la mitra y el báculo (CE 465). Posteriormente, el celebrante y todos los que se asociarán con él, extienden las manos sobre los confirmandos, y el celebrante dice la siguiente oración:
“Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado; escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad, y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro Señor.”
Si el celebrante es obispo, acabada la oración recibe la mitra. Tras ello, el diácono presenta el Crisma al celebrante. El Crisma que se debe emplear en la confirmación ha de ser consagrado por el obispo en la Misa Crismal anterior, aunque sea un presbítero quien administre el sacramento (CIC 880). Si los presbíteros ayudan a hacer la unción, el diácono entrega las crismeras al obispo, y éste le da una a cada presbítero, que se acerca para ese efecto (CE 465).
Después se acercan al celebrante los confirmandos, o bien el propio celebrante se acerca a cada uno de ellos. El padrino de cada confirmando debe colocar su mano derecha sobre el hombro del ahijado. En esta postura el padrino le dice al celebrante el nombre del ahijado (R Con 34).
El celebrante moja el dedo pulgar de su mano derecha en el santo Crisma y hace con él la señal de la cruz sobre la frente del confirmando diciendo: “N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.” El confirmando responde: “Amén.” El celebrante añade: “La paz sea contigo.” El confirmando responde: “Y con tu espíritu.” (R Con 34).
Mientras dure la unción, puede entonarse un canto adecuado (CE 466).
Terminada la unción de todos los confirmandos, se hace la oración universal. Para ello, si el celebrante es obispo, deja la mitra. Luego, la misa continúa. Conviene que los recién confirmados lleven el pan, el vino y el agua para celebrar la Eucaristía (CE 470 y R Con 39). En la plegaria eucarística se hace memoria de los confirmados, usando la fórmula que establece el Misal. La bendición final se hace con la fórmula indicada en el ritual (R Con 44).