El agua es materia del Bautismo (CIC 849). En este sacramento debe empelarse agua natural y limpia (RBN 18, RICA 18). Se derrama sobre el bautizado (infusión) o se introduce al bautizado en el agua (inmersión).
El agua mezclada con vino es materia de la Eucaristía. Se mezcla solo un poco de agua con el vino (CIC 924 e IGMR 319).
En la antigüedad el vino no era como actualmente. Era más denso. Parecía un jarabe. Era necesario echarle agua para beberlo. Los maestresalas eran expertos en eso; sabían qué cantidad de agua que echarle a un vino para que fuera bueno. Jesús instituyó la Eucaristía con vino mezclado con agua. Por eso se hace esa mezcla. Pero además de esta razón histórica, hay una simbólica. El agua simboliza a la humanidad. Es solo una gota que se pierde en la inmensidad del vino ya vertido en el cáliz, que simboliza a la divinidad. No somos nada frente a Dios. Nos perdemos en él. Pero más allá de esta realidad, este gesto puede ser un deseo de vida: que nos perdamos en Dios, que nos abandonemos totalmente en Dios. Una donación total podemos ofrecer mientras se realiza este gesto. Quien prepara el cáliz expresa con unas palabras, que dice en secreto, el maravilloso intercambio que ha de producirse: “El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.”
En la Misa, se emplea agua para otros ritos, ya no como materia sacramental. Se utiliza para el rito de bendición y aspersión, que puede realizarse todos los domingos en memoria del Bautismo. También en este caso se emplea agua natural y limpia. Sin embargo, por circunstancias locales o costumbre popular, puede mezclarse el agua bendecida con sal (Misal Romano, apéndice II). Esta mezcla se hace para recordar que el profeta Eliseo echó sal sobre aguas malsanas y con ello quedaron limpias (2 Rey 2, 19-24). En este caso, se bendice la sal antes de echarla al agua.
Además, se utiliza agua para realizar la purificación del cáliz (IGMR 279). El agua usada para eso debe ser bebida por quien purifica.
También se usa para lavar el lugar en donde hubiera caído algo de la Sangre del Señor. Esta agua se vierte en la piscina colocada en la sacristía (IGMR 280).