Los formularios de las misas constan de dos antífonas (entrada y comunión) y de tres oraciones: colecta, sobre las ofrendas y después de la comunión.
Estas tres oraciones constan de tres elementos: la invocación, que es el llamado a Dios; la motivación, que es la razón por la que se hace la petición; y la súplica, que es lo que se le pide.
El domingo XXV ordinario, por ejemplo, se usa esta colecta:
“Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.”
“Oh Dios” es la invocación.
“que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo” es la motivación.
“concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.” es la súplica.
Las oraciones sobre las ofrendas y después de la comunión cuentan con un cuatro elemento, que es la premisa. Se trata de una frase que vincula la oración con el momento de la misa en que se rezan. Por ejemplo: “Recibe, Señor, estos dones sagrados…”; o “Alimentados con el manjar del cielo…”.
Se pueden ordenar de distinto modo estos elementos, pero estarán presentes. Sabiéndolos podemos saber qué le pedimos a Dios, y por qué se lo pedimos.
La oración colecta no cuenta con “premisa” porque no está condicionada con un momento ritual, como las otras dos, lo que permite relacionarla de modo más intenso con la celebración del día.
Se le llama colecta porque proviene del verbo lativo “collígere”, que significa recoger. Con ésta se busca recoger las intenciones que cada uno de los fieles expresa en la intimidad de su corazón cuando el sacerdote invita a hacerlo diciendo “Oremos”.
La colecta es la única de las tres oraciones que siempre es antecedida con esta invitación. La oración sobre las ofrendas nunca la tiene (antes ya invitó a orar diciendo “Oren, hermanos, para que este sacrificio…”), y la oración después de la comunión solo la usa si no hubo un momento de oración en silencio previo. El sacerdote no extiende las manos al hacer esta invitación, pues no se dirige a Dios, sino a la asamblea. Lo hace con las manos juntas, y así permanece durante los instantes de silencio.
Tras el momento de silencio, el sacerdote extiende las manos para rezar la oración colecta, pues entonces ya se dirige a Dios. Generalmente se dirige a Dios Padre, siguiendo una antigua tradición, en cuando que la oración se dirige a Dios Padre por Cristo, en el Espíritu Santo. Sin embargo, hay ocasiones en que se dirige al Hijo (“Señor Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión…”, se dice en la colecta de Corpus, por ejemplo).
A diferencia de las otras dos oraciones que concluyen con una invocación sencilla, la colecta siemopre colcluye con una invocación trinitaria que es más larga.
Como por regla genera la oración se dirige al Padre, como se dijo, en la conclusión se indica que se le pide por Cristo, diciendo: “Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.”
Ahora, si al final de la oración se menciona al Hijo, para evitar tautologías, se modifica un poco la conclusión, y se dice: “Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.”. Así, por ejemplo, tiene que hacerse en la solemnidad de santa María Madre de Dios, que la colecta dice: “concédenos sentir la intercesión de aquella por quien recibimos al autor de la vida, Jesucristo, Señor nuestro. Él, que vive…”
Si la oración no se dirige al Padre, como en el día de Corpus, la conclusión tiene que cambiar, y por eso se dice: “Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.”
La oración colecta aparece en todos los formularios de misas. Las otras dos oraciones hay ocasiones en que no se encuentran en un formulario por lo que hay que completarlo tomando la oración sobre los dones y despúes de la comunión del común, en el caso del propio de los santos. Por ejemplo, el 17 de septiembre que celebrmos a san Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, como solo aparece la colecta, las otras dos oraciones se toman del común de pastores o del común de doctores de la Iglesia, como lo indica el mismo formulario.
En el caso de las misas para diversas circunstancias, el formulario se completa con las oraciones sobre las ofrendas y despúes de la comunión de un domingo ordinario (en este tiempo), o de la feria (en los demás tiempos).
Las oraciones sobre las ofrendas y después de la comunión concluyen brevemente. Cuando se dirigen al Padre, como es por Cristo que le pedimos todo, es que termina diciendo “Por Jesucristo, nuestro Señor.”, aunque si al final de la oración se menciona a la Segunda Persona de la Trinidad se dice: “(Él) que vive y reina por los siglos de los siglos.”. Sin embargo, si se dirige al Hijo, la conclusión es “Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.”
Las oraciones colecta, sobre las ofrendas y después de la comunión concluyen con un “Amén”, que responden todos los fieles. Amén significa “así es”, “esto es cierto”, o “esto es verdad”. De esta manera, toda la asamblea hace suyo el ruego del sacerdote con esa aclamación.
Al decir “Amén” expresamos que algo es verdad. Y como Jesús es la verdad, según dijo (Jn 14, 6), es que puede Jesucristo es el Amén, como dice el ángel de la Iglesia que está en Laodicea, al referirse al Salvador como “el Amén, al testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios” (Apoc 3, 14).
Con “amén” no expresamos un deseo, como diciendo que queremos que así sea, sino que afirmamos que así es. Por eso, cuando el ministro muestra al comulgante la Hostia diciendo “el Cuerpo de Cristo”, éste responde “Amén”, pues hace un acto de fe afirmando que es cierto, que cree que no es pan lo que ve y comerá, sino que es el Señor.
Aunque las oraciones suelen terminar con esta expresión, cuando se reza en misa la oración del Señor, el Padrenuestro, no debemos concluir con “amén”. Eso porque no concluye la plegaria en ese momento, ya que tiene un embolismo (una añadidura), que es el “líbranos, Señor, de todos los males…”, con la aclamación “Tuyo es el reino…”